Tiene que ver con el sexo y es bastante incurable...
La adicción al sentimiento de incertidumbre de Hutton, consistente en 1996 (año en que fue rodada la película de Ted Demme) en esperar una llamada telefónica, requería estar en casa y sobresaltarse cada vez que sonaba el teléfono familiar. Ahora, 18 años después, sin llegar a estar tan avanzados como pronosticara Zemeckis pero dotados todos de smartphones, tenemos ese dolor y su alivio asociado más a mano que nunca. Pero sobre todo el dolor, nuestro soma contemporáneo.
A la pregunta de “Si das tu teléfono, ¿esperas que te llamen inmediatamente?”, entrevistadas tan ilustres como las que siguen nos contestaron lo que sigue:
Martina Klein: “No sabría decirte”.
Leonor Watling: “Puedo esperar”.
Patricia Conde: “Prisa mata, poc a poc. Slowly, please”.
Alba Galocha: “Si me llama de inmediato, no contesto”.
Cristina Pedroche: “No, así luego mejor la sorpresa”.
Clara Alonso: “No. Me gusta que me hagan ‘un poquito de sufrir’”.
Bárbara Santa-Cruz: “De inmediato no, está bien hacerse esperar un poco". Si pasan más de tres o cuatro días puedes sentirte como la tercera opción".
El hecho de pedir el teléfono a una chica hoy en día, gesto de arrogante audacia hasta hace diez años (no sólo daba vergüenza solicitarlo, también que te lo cogiera su padre si es que no había abandonado el nido familiar) ha tornado en un constante “tiro la piedra y escondo la mano” que los jóvenes tienen a bien llamar whatsapp. Lo denuncia Ana Rujas en una entrevista que recientemente ha visto la luz (“El whatsapp ha hecho mucho daño. No entiendo cómo gente que ha estado sin él toda la vida ahora liga por ahí. Llamamiento general: ¿Por qué no llamáis?"). Sin esta herramienta demoníaca , ya era suficiente duro (gozoso). Ahora, los procesos se multiplican (sobre todo si eres un granuja y mantienes varias bolas en el aire).
¿POR QUÉ TE GUSTA HERIRTE?
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA tiene que ver, como casi todo, con el sexo tántrico y por tanto con Sánchez Dragón, tan embajador del mismo como Tom Cruise lo es de la Cienciología, David Lynch, de la Meditación Trascendental o Miguel Induráin, de los sobaos Martínez. Tiene que ver con retrasar la gloria, como cuando dejabas a la guapa del jardín de infancia que pusiera los puntitos a tus íes en la caligrafía. Especialmente feliz resulta cuando la chica pretendida te escribe, tú contestas sin tiempo a que se desconecte algo que requiere una nueva interacción y ella se pone a hacer algo como no sé, sus uñas o tender tres lavadoras. Tiene nuestro respeto.
Me gusta pensar en términos metafóricos que cuando esto sucede es porque la dama quería captar tu atención para después tirar el móvil muy rápido por la ventana, no sea que pensemos que permanece ahí para contestarnos cuando nos apetezca. (Hasta ahí podíamos llegar). Si no, no se explica una desconexión tan abrupta. Pero está bien, hemos venido a perder y nos parece fenomenal. A cada aparición en escena de ella la llamaremos oxitocina, e inyectada demasiado a menudo produce tolerancia.
LA RAZÓN
Somos caprichosos e imperfectos. Pero sobre todo somos idiotas. Tú, yo y todos los demás.
Fuente: GQ España.
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